miércoles, 26 de mayo de 2010

¿El fracaso de la comprensión lectora y el triunfo de la unidimensionalidad?

Hace unos pocos días se publicó en el diario “La Tercera” un artículo que registró un hecho dramático. Durante el mes de marzo, y por primera vez en su historia, se aplicó a los alumnos de primer año de la Universidad de Chile, una prueba que medía Competencias Discursivas de Comprensión y Escritura (CODICE). El resultado de dicha evaluación arrojó un dato alarmante: el 84% de los evaluados obtuvo un nivel insuficiente de comprensión lectora. Esto quiere decir, que apenas pueden comprender e identificar información en textos expositivos y argumentativos. El desglose de ese 84% arroja que el 45% obtuvo sólo un nivel básico de desempeño, en tanto el 39% restante estuvo por debajo de ese nivel.
A simple vista estas cifras son alarmantes, pues demuestran la paupérrima formación primaria y secundaria de aquellos más de 4.000 alumnos evaluados. Pero el asunto se torna más complejo a la hora de contextualizar e identificar quienes fueron medidos. En primer lugar, los que ingresan a la Universidad de Chile se incorporan, si no a la primera, a una de las mejores universidades del país. Para poder postular a esta Institución se requiere como mínimo 600 puntos en la Prueba de Selección Universitaria (PSU). Recordemos que el mínimo para postular a alguna Institución de Educación Superior en Chile es de 450 puntos, y el máximo puntaje que se puede obtener en las diversas pruebas de selección es un poco superior a los 800 puntos. Quienes obtienen sobre 600 puntos son alumnos destacados en el mediocre medio educacional chileno. Como dato anexo cabe indicar que la mayoría (en torno al 80%) de los estudiantes que entraron este año a estudiar alguna carrera de Pedagogía en las universidades chilenas se matricularon con promedios inferiores a los 600 puntos. En el caso de la Universidad de Chile el promedio de puntaje de ingreso para este año osciló entre los 660 y 670 puntos. Es decir, estamos hablando de alumnos de elite en nuestro medio nacional.
En cuanto a la procedencia de los estudiantes evaluados, un 30% proviene de colegios municipales, un 36% de establecimientos subvencionados y un 34% de particulares pagados. Lo que refleja una mesa educacional de tres patas, donde todas cojean parejito. No se puede culpar a la mala formación otorgada por los establecimientos municipales, en un extremo, respecto a los particulares, en otro.
Pero ojo, todos cumplieron bien lo que se les pedía: colocar a sus alumnos en la Universidad, a través de un buen puntaje. Éxito, lo lograron, felicitaciones!!! Lo malo es que cuando se sincera el aprendizaje logrado por aquellos alumnos, con pruebas como la reseñada, se demuestran las falencias; en especial, una triste y compleja para la sociedad: no comprenden lo que leen. Seguramente, todavía en los colegios de origen siguen descorchando champaña por su triunfo y el cumplimiento de las metas impuestas. Las estadísticas avalan ese éxito, que se traduce en matrículas altas y mensualidades más caras tanto en colegios como en preuniversitarios. Una vez más, las estadísticas o lo que algunos se ufanan en presentar como “datos duros” no bastan para explicar lo ocurrido.
¿Esto es nuevo? Para la Universidad de Chile sí; pero para el país no. Sólo un botón de muestra. Un estudio reciente del Consejo Superior de Educación, realizado durante dos años, indica que un 46% de los estudiantes de las Universidades chilenas no entienden lo que leen. Cabe preguntarse cómo las tasas de reprobación son mínimas con masivas promociones que se titulan año a año, si es que el nivel de comprensión de los alumnos no mejora necesariamente en el desarrollo de sus carreras. Una primera respuesta es la conversión del alumno en “cliente”. Es un secreto a voces que en algunas instituciones tácitamente se le indica al profesor que una tasa alta de reprobación puede incentivar las deserciones y ello no sólo daña las estadísticas de un plantel sino, sobre todo, dañan sus ingresos. Claro, hay una argumentación pedagógica que avala tan “mesurada” medida que impide un mayor número de reprobados: “cuando un alumno fracasa es el profesor el malo” y, nadie quiere ser considerado un mal profesor, más aún nadie quiere a un “mal” profesor. Por tanto, “París bien vale una misa”, como dijo un cínico rey hugonote al asumir el trono de Francia.
El punto es que los alumnos no sólo no leen, sino que cuando leen, no comprenden. En el estudio del Consejo Superior se afirma que es común en los estudiantes los malos hábitos de aprendizaje: estudian el día antes para una prueba; no relacionan los contenidos; y, retienen definiciones de memoria sin llegar a descifrarlas. En otras ocasiones se ha indicado que el conocimiento alcanzado por los estudiantes es de tipo superficial, sin análisis crítico y, como resultante de ello, son carentes de opinión.
Según los resultados entregados el año 2004 por la “International Adult Literacy Survey”, que mide el hábito lector en 22 países, el 85% de los chilenos entre 16 y 65 años tiene comprensión lectora en el nivel 1, es decir, apenas son capaces de entender la etiqueta de instrucciones de algún producto en el supermercado. Cuando se trata de Estados Unidos, esta cifra sólo llega a un 20% y en Suiza es inferior a un 8%. Entre los universitarios chilenos, el 25% de los que egresan alcanzan el nivel 4-5 de comprensión lectora, esto es, tener la habilidad de inferir a partir de lo que conocen y ser capaces de generar nueva información de lo aprendido. Para el caso estadounidense, esta cifra llega al 60%.
Por lo visto, la evaluación rendida por los estudiantes de primer año de la Universidad de Chile, es apenas un pálido reflejo del drama social que vive nuestra población chilena. Sí, estamos en crisis y lo peor es que, aparte de un par de discursos (que seguro pocos entienden) y algunas medidas que más parecen de ensayo y error, no hemos podido enfrentar con éxito esta situación. Es el “mundo de Orwell” o más bien el mundo cultural advertido por Herbert Marcuse: el establecimiento del hombre unidimensional. ¿Qué consecuencias trae la falta de comprensión lectora descrita en estas líneas a modo de ensayo? De pronto se me ocurren algunas: hombres y mujeres que han perdido la capacidad de pensar antagónicamente la realidad; ideas que han renunciado a su capacidad subversiva; el poder totalizador de la objetivación de lo subjetivo; la lógica de razón convertida en lógica de dominación; la subordinación del sujeto a las estructuras y figuras de poder; la inseguridad, el temor o la vergüenza de tener y expresar opinión propia; el fin de la diversidad, lo que acentúa la paradoja de su valoración.
No nos sorprenda, entonces, escuchar en el futuro, incluso en los claustros (espacios) académicos, frases como: “no quiero ser polémico” o “disculpen por opinar diferente”; aún así eso demuestra un cierto grado de voluntad a plantear alternativas. Más serio aún es no tenerlas. Estoy cierto que alguien podría alegar al final de estas líneas un: ¿qué propones tú? Por ahora, me he propuesto colocar el tema en la palestra… y tratar de comprender lo que leo. Reitero, “por ahora”.