miércoles, 24 de agosto de 2011

La capacidad crítica

A raíz de una columna de Carlos Peña, llamada "La nueva beatería", me ha surgido expresar un comentario relacionado con la capacidad crítica y el rol de las universidades.

He sostenido que las universidades, en especial las estatales y públicas, deben tener capacidad subversiva. Entiendo por esto la posibilidad, y el deber, de pensar en forma alternativa a la sociedad. Los intelectuales adscritos a las universidades deberían aproximarse al análisis social no sólo rindiendole culto al pragmatismo, ejemplificado en un énfasis profesionalizante de estas intituciones sino que, paralelamente a la formación de cuadros de profesionales, es deber presentar alternativas a los modelos establecidos.

Esta es una tarea muy difícil, pues implica diagnósticos certeros, elaboración de nuevos paradigmas y formulación de propuestas. La capacidad subversiva, entonces, favorece y estimula la diversidad. Con ello, las visiones unidimensionales del mundo se disuelven dando paso a propuestas que surgen desde puntos de vista que permiten la legitimidad de múltiples miradas de un fenómeno o proceso, según sea el caso. El llamado "pensamiento fuerte", ligado a pensamientos apriorísticos, con opiniones acabadas y fórmulas ideológicas definidas, no tendría cabida en un esquema donde el "pensamiento débil" reconoce la historicidad de dichas fórmulas y, por ende, la posibilidad de cuestionarlas y modificarlas. En otras palabras, el no asumir posiciones rígidas nos quita certezas pero nos proporciona amplitud.

Así, un rol irrenunciable de las universidades es el desarrollo del pensamiento crítico. Para eso los académicos se han formado por años, algunos nos toma toda una vida. Es nuestra labor ser capaces de criticar TODO aquello que nos circunda, material o inmaterialmente. Para ser más claro en lo expresado debo indicar que estoy usando la concepción griega de crítica, la cual entendía que para que el logos (concepto que implica acción, no olvidar que en los evangelios Dios mismo se indentifica como "logos") fuese aceptado como verdad, debía ser sometido a la crítica. De esta manera, la crítica sometía al logos a la exigencia de dar cuenta de su contenido, y si el logos soportaba la crítica, dando una respuesta razonable, articulada y coherente, entonces el logos se transformaba en una palabra lógica.

Por lo tanto, la crítica no era entendida como una constante oposición a alguna cosa. Al contrario, era el mecanismo necesario de validación. La capacidad crítica no nos lleva a situaciones estáticas más bien es la generadora de nuevas posibilidades de conocimiento, pero asentadas sobre bases razonables que contienen criterios de verosimilitud en un contexto determinado.

Con todo el aprecio que tengo por los estudiantes, aquellos respetuosos del otro, que han participado de diversas maneras en las aulas, asambleas, en twitter, facebook, marchas, conversaciones, etc., tanto en la denuncia como en las propuestas durante esta crisis educacional, considero que tanto el mundo político como el académico debería estudiar estas ideas con capacidad crítica. No quiero ser categórico con decir que no se haya o esté haciendo lo expresado, pero por lo que he visto, escuchado y percibido, casi se han asumido propuestas sin mayor debate. Una cosa es empatizar y concordar con el diagnóstico en general y otra es validar todo lo que los estudiantes proponen, como un axioma.

Asumir ideas como "verdades reveladas", que deben aceptarse y establecerse como un hecho de la causa; apreciar a los líderes que las promueven como "mesías"; deslegitimar cualquier otro diagnóstico, idea o propuesta contraria con criterios valóricos, me parece un despropósito y negación de la diversidad y la capacidad crítica. Todas las ideas deben estar en la palestra. Todas deben ser criticadas y las que soporten la crítica serán respuestas lógicas... para nuestro contexto histórico. Pues, confío en que los ciudadanos del mañana quemen nuestras construcciones acorde a sus necesidades y requerimientos. Que así sea.

Si queremos defender la educación estatal y pública, defendamos también los principios que la sustentan, y el espíritu crítico es uno de ellos.


Artículo de Carlos Peña


jueves, 18 de agosto de 2011

El cambio estructural que viene...

No puedo dejar de alegrarme de algunos episodios que se han apreciado en estos meses de expresión de la crisis educacional:

1. La posibilidad de la población de expresarse en las calles. No me refiero con ello a la expresión agresiva hacia un otro, que también es motivo de análisis pero no ahora. Sino más bien me refiero a la evolución que han tenido las manifestaciones masivas hasta hoy donde se ha instalado la cultura del carnaval, de la fiesta. El manifestarse en contra o visibilizar un problema social, como es la educación en este caso, no debe implicar el daño a un otro. Como tenemos memoria a corto plazo es conveniente recordar cómo la población "sin odio y sin violencia" se expresó en las calles por la opción del "no" en plena dictadura militar. Una dictadura que se terminó por medio de la votación, no por una acción violenta. Debemos acostumbrarnos a participar en las calles, pero también debemos abandonar ciertos vicios vinculados a ello, en especial no caer en la tentación de creernos con autoridad moral o superioridad ética respecto a quienes tienen otras formas de expresión. Si bien no me he sentido estimulado, en esta ocasión, a participar en las marchas, por diversas razones que no vienen al caso mencionar, considero que es un mecanismo que llegó para quedarse. No es nuevo, pero es refrescante. En especial como la han llevado los jóvenes. Ojalá en nuestro país podamos cultivar esta forma de expresión y, cuando sea el caso, manifestar a través de ella la alegría, la molestia o la seriedad por un asunto. Y, si bien hemos observado con pena acciones violentas de manifestantes que tienen como correlato la coerción policial (que en algunos cosas es franca represión), confío en que serán prácticas que, aunque de seguro se mantendrán, no contarán con la legitimidad del colectivo social.

2. Otros aspecto a destacar es la estimulante participación de los líderes estudiantiles en el debate generado. Se nota que han estudiado y analizado lo que están diciendo. Claro, también creo que está demás el uso de tonos de superioridad como cuando dicen: "nosotros le hemos hecho la pega a ustedes (los políticos) y le estamos dando las soluciones" o cuando los estudiantes secundarios reclaman haber iniciado el movimiento. Es cierto, pero el que alguien haya pensado o iniciado algo no le da la autoridad para arrogarse el control de movimiento generado. Pero ello no debe empañar que jóvenes líderes estudiantiles sean capaces de expresar articuladamente el tema. Esperemos que ahora sean capaces de concretar ese liderazgo en acuerdos beneficiosos para la sociedad chilena y pasar de la etapa de la denuncia y propuesta a la de ejecución. Estos jóvenes tienen razón, ya es bastante con haber colocado en el tapete un diagnóstico certero. Es tiempo que los demás actores mandatados por la población para esta tarea, ya sean políticos o técnicos, sean capaces de implementar soluciones que respondan a las demandas sociales. Ojalá que no queden al debe en las funciones que se esperan de ellos y que los dicursos populistas y arrogantes se batan en retirada. Ojalá los diversos grupos de intereses existentes al interior del estudiantado no les hagan la vida difícil a estos representantes que tan dignamente han llevado la bandera. Ojalá que podamos construir una sociedad donde las posturas del "adversario" no lo transforme en "enemigo". Confío en que esto se dará más temprano que tarde.

3. Lo anterior se circunscribe en una idea planteada por el movimiento estudiantil: el cambio estructural. Es verdad, se requiere un cambio estructural en la sociedad chilena para mejorar la educación y navegar en aguas democráticas. No obstante, considero que limitar el cambio estructural sólo a la modificación de la Constitución y las leyes sería trunco y no cambiaría realmente la estructura pretendida. El cambio estructural debe darse en la transformación de nuestra estructura cultural.

El fin del lucro que tanto se menciona, requiere que también dejemos de pensarnos como clientes, tan propio de la ciudadanía neoliberal y comenzemos a pensarnos como ciudadanos plurales. Ciudadanos que poseemos derecho de existir socialmente, a ser legitimados, respetados en nuestra diversidad sin que ello implique no ser considerados por conformar una minoría en opinión, raza, clase o género (incluyo en esto a transgénero, travestis, transexuales y homosexuales). Nos hemos acostumbrado a ser clientes, incluso hasta se denota un cierto gusto en serlo, quizás porque nos coloca en una posición de poder frente a un otro. No es raro, incluso, escuchar a estudiantes universitarios que llegan a indicar que harán un reclamo al Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC) cuando algún aspecto en su formación educacional no ha sido satisfecho.

La ciudadanía neoliberal donde los ciudadanos somos clientes, es una herencia inmaterial del sistema económico-social heredado desde la adopción, en el último tercio del siglo XIX, de la estrategia liberal de desarrollo para nuestro país. Quizás esto funcionó bien, mal o regular según distintos puntos de vista, en el pasado. Pero hoy, evidentemente, ha hecho crisis. Claro, se requieren cambios legislativos, pero ellos deben ir acompañados por cambios culturales en los cuales se incorporen nuevos contenidos de conciencia, incluso aunque las formas se mantengan.

Finalmente, el cambio estructural cultural nos lleva a ser capaces de enfrentar nuevas formas de resolución de conflictos. Luego del problema por la educación vendrá el conflicto por la salud y así sucesivamente. Las marchas y expresiones visibles de descontento seguirán hasta que arriben otras formas. Mientras tanto, deberíamos aprender como sociedad (gobernantes y gobernados) a ser capaces de expresarnos sin necesitar suspender nuestras actividades cotidianas con el propósito de lograr nuestros fines. Los gobiernos deben ser tan visionarios que logren captar meridianamente las demandas sociales, articular espacios de participación y establecer instancias colectivas de ejecución de soluciones; la sociedad civil, también debe hacerse cargo de su diversidad y comprometerse en la formulación de pactos sociales que incorporen diversas miradas. (A veces la democracia degenera en una "dictadura de las mayorías").

Sí, se requieren cambios estructurales. Ojalá hagamos un buen diagnóstico para reconocer lo que debe ser cambiado y qué es lo que estamos adoptando.

Con satisfacción dejo unos link con intervenciones de dirigentes estudiantiles en una sesión de la Comisión de educación del Senado:

Giorgio Jackson (Presidente FEUC)

Camila Vallejos (Presidenta FECH) y Patricio Araujo

Gastón Urrutia (Universidad del Bío-Bío)


lunes, 15 de agosto de 2011

De Babel a la Diversidad

Hace un tiempo que no he comentado en el blog, y han ocurrido asuntos muy interesantes para tratar. En particular, tanto por mi vinculación con la Educación Superior en Chile como la relevancia del tema, la crisis educacional (que ha quedado manifiesta por el reclamo inicial de los estudiantes secundarios y universitarios), es lo que me ha impulsado a compartir estas líneas y sentar posición.

En primer lugar, creo firmemente en la Educación estatal y pública como aspecto fundamental de la sociedad. Con ello no descarto la existencia de otras formas de instituciones educativas, privadas o mixtas, pero éstas carecen de un aspecto inherente a las estatales: la preferencia por la Diversidad.

La Universidad es un espacio de Diversidad. Quizás de los últimos que van quedando. Por lo mismo, pueden coexistir formas alternativas de diversa índole, no marcadas por preferencias mayoritarias sino guiadas por orientaciones de vida antagónicas, irreconciliables e irrenunciables. Es lo que conocemos con el calificativo de "valores". Éstos por esencia, no son transables ni enajenables, por tanto, no pueden ser llevados al escrutinio público.

La democracia, como todo sistema humano, tiene límites y, en este caso, es el respeto a la conciencia de la persona. La educación estatal y pública debe garantizar la diversidad. Las instituciones mixtas o privadas, no pueden hacer lo mismo, pues muchas de ellas surgen bajo la tutela de organismos y corporaciones que tienen una opción inicial, bajo la cual organizan sus acciones educativas.

La educación debe ser gratuita, pero no para todos. Se que esta opinión es cuestionable, pero hay razones me llevan a proponerla: a) la cultura chilena entiende que lo gratuito es de menor valor y tiende no sólo a menospreciarlo, sino a desvalorarlo. "Lo barato cuesta caro", "paga Moya" o "paga el fisco" son frases de la cultura popular que delatan nuestra comprensión de la gratuidad. Quizás muchos que piensan que si la educación estatal es gratuita carece de valor (la privada, salvo si es filantropía pura, no me la logro imaginar sin la búsqueda de ganancias o un fin alterno) . Ello podría significar no valorar la carrera elegida y exigir el derecho de cambiarse todas las veces que crea necesario o simplemente no finalizar jamás la que inició. Alguien podría decir que esto no necesariamente debería ocurrir, y tendría razón para decirlo, pero es interesante observar la experiencia cotidiana cuando en nuestra cultura no sólo no se cuida sino que hasta se derrocha algo cuando consideramos que no nos pertenece o bien, nos pertenece a todos. Sin embargo, más relevante que lo dicho, me parece que la gratuitad es inequitativa ya que, en nuestra estructura social, siempre alguien paga. En este caso la "gratuidad" de la educación sería pagada por el Estado, esto es, todos nosotros. Ello nos lleva a la mala distribución de los recursos estatales, pues si alguien tiene las posibilidades de pagar por su educación ya sea a través de un arancel diferenciado, por subsidios, o a través de tasas preferenciales de interes u otra modalidad que no logro distinguir, sería posible que lo haga. Quizás sería bueno que esos dineros cancelados puedan retornar exclusivamente a financiar la educación. Pero ese no es el punto. Lo que quiero enfatizar es que si alguien tiene las posiblidades económicas de cancelar por su educación, que lo haga. En cambio, quienes no tienen esta posibilidad, deberían tener educación gratuita. Esto no sólo beneficiaria al estudiante, sino a toda la sociedad.

¿Es contradictorio con lo dicho antes acerca de la desvaloración por lo gratuito? Sí, si no se contextualiza. Cuando los pobres no pueden pagar por su educación es necesario llevar a cabo una "acción afirmativa", privilegiarlos con la gratuidad, aún corriendo el riesgo que ella no se valore, pues es mejor que no dejarles posibilidad alguna. Por supuesto que podrían existir medidas mitigadoras del riesgo de la deserción, pero creo que una de las más efectivas sería el beneficio de una mejor calidad de vida. En este caso, se lograría valorar la gratuidad. Pero, esta gratuidad necesariamente debería ir vinculada a otro aspecto: la calidad de la educación estatal. Si algo es gratis y de calidad, es derechamente un beneficio social. No me parece justo que un "pobre" le financie la educación a un "rico", si este puede pagarla. Todo lo dicho es totalmente discutible, ¿pero existe una razón objetiva, incuestionable y axiomática respecto a las propuestas en torno a un tema tan opinable? No lo creo, por ello llevo mi punto a otro aspecto.

En las Sagradas Escrituras se narra que la soberbia de la humanidad post-diluviana llevó a los hombres a construir una torre muy alta con el propósito de colocarse sobre los designios divinos. Era la torre de "Babel". Al poco andar de tan magnífica obra, se dieron cuenta que no podían seguir avanzando pues hablaban idiomas distintos. Si bien querían continuar creciendo en la edificación, no se lograban entender. Finalmente, los que lograron comunicarse, pues hablaban igual idioma, se unían y formaban grupos que tomaron rumbos distintos. Hasta ahí llegó el trabajo, el cual se debió abandonar pues no bastaba que los sujetos se entendieran entre algunos y no entre todos. "Babel" significa "confusión". El sólo comunicarse entre los que hablaban su propio idioma, llevó a la población a la confusión y su correlato, el estancamiento.

Esta es la imagen que viene a mi mente cuando aprecio el desarrollo del conflicto social por la educación: la confusión, producto de que hay sectores que, al parecer, sólo quieren hablar con los que hablan su propio "idioma". Estamos viviendo en "tiempos de Babel", pero hay que tender puentes. Hay que tratar no sólo aprender el lenguaje del otro, sino comprenderlo, legitimando a ese otro. No porque alguien hable "otro idioma" eso lo hace malo a priori. Debemos recobrar las confianzas, pero ese es un acto inicial de fe. Se debe confiar para solicitar las confianzas. Si ello no ocurre, no lograremos avanzar en la obra de construcción de un sistema educacional más equitativo.

Es necesario transitar del "tiempo de Babel" al "tiempo de Diversidad", donde las minorías no queden atrapadas en el desamparo de las "dictaduras de las mayorías", cuando se trata de visiones valóricas. Por eso no creo que deba existir un monopolio de la legitimidad moral del conflicto educacional. Habrá algunos que entiendan el paro de actividades académicas como parte de la movilización, y es legítimo; pero hay otros que lo entienden de otra manera, esto es, desvincular la continuidad de las actividades académicas con la movilización. ¿Es justo que se imponga una sóla forma de participar en el proceso de movilización? Creo que no. Aún más, opino que sobre este tema u otros, la movilización no puede ser apreciada sólo en su aspecto coyuntural, sino que debería ser considerada como permanente. Ello no significa estar en un paro de actividades sin fecha de expiración, más bien me refiero a una participación e interés contínuo por este tema tan gravitante, trabajando en medidas efectivas para su resolución.

Por último, no creo que la problemática central de la educación sea sólo la gratuidad, el lucro y la calidad, permítanme enfatizar un aspecto que me resulta inquietante: la empleabilidad de los egresados. Hoy día, miles de egresados de la educación superior en Chile no sólo no logran encontrar trabajo, sino que cuando lo encuentran deben ocupar funciones parciales, en condiciones laborales de menoscabo, con sueldos miserables o subempleados. Esto es inmoral e insostenible.

Artículos relacionados:

Patricio Navia ("La letra chica del Plebiscito")

Demandas CONFECH

Silvia Eyzaguirre (CEP) ("Consenso en educación")

Agradezco a mi hijo el envío de este link de Marcel Claude ("La educación pública es posible")

Propuesta del Gobierno (Ministro Felipe Bulnes)

Documento CONFECH ("Bases para una acuerdo social por la Educación chilena")

Propuesta base de la Concertación de Partidos por la Democracia

Propuesta del gobierno de Sebastián Piñera (G.A.N.E.)