Hace un tiempo que no he comentado en el blog, y han ocurrido asuntos muy interesantes para tratar. En particular, tanto por mi vinculación con la Educación Superior en Chile como la relevancia del tema, la crisis educacional (que ha quedado manifiesta por el reclamo inicial de los estudiantes secundarios y universitarios), es lo que me ha impulsado a compartir estas líneas y sentar posición.
En primer lugar, creo firmemente en la Educación estatal y pública como aspecto fundamental de la sociedad. Con ello no descarto la existencia de otras formas de instituciones educativas, privadas o mixtas, pero éstas carecen de un aspecto inherente a las estatales: la preferencia por la Diversidad.
La Universidad es un espacio de Diversidad. Quizás de los últimos que van quedando. Por lo mismo, pueden coexistir formas alternativas de diversa índole, no marcadas por preferencias mayoritarias sino guiadas por orientaciones de vida antagónicas, irreconciliables e irrenunciables. Es lo que conocemos con el calificativo de "valores". Éstos por esencia, no son transables ni enajenables, por tanto, no pueden ser llevados al escrutinio público.
La democracia, como todo sistema humano, tiene límites y, en este caso, es el respeto a la conciencia de la persona. La educación estatal y pública debe garantizar la diversidad. Las instituciones mixtas o privadas, no pueden hacer lo mismo, pues muchas de ellas surgen bajo la tutela de organismos y corporaciones que tienen una opción inicial, bajo la cual organizan sus acciones educativas.
La educación debe ser gratuita, pero no para todos. Se que esta opinión es cuestionable, pero hay razones me llevan a proponerla: a) la cultura chilena entiende que lo gratuito es de menor valor y tiende no sólo a menospreciarlo, sino a desvalorarlo. "Lo barato cuesta caro", "paga Moya" o "paga el fisco" son frases de la cultura popular que delatan nuestra comprensión de la gratuidad. Quizás muchos que piensan que si la educación estatal es gratuita carece de valor (la privada, salvo si es filantropía pura, no me la logro imaginar sin la búsqueda de ganancias o un fin alterno) . Ello podría significar no valorar la carrera elegida y exigir el derecho de cambiarse todas las veces que crea necesario o simplemente no finalizar jamás la que inició. Alguien podría decir que esto no necesariamente debería ocurrir, y tendría razón para decirlo, pero es interesante observar la experiencia cotidiana cuando en nuestra cultura no sólo no se cuida sino que hasta se derrocha algo cuando consideramos que no nos pertenece o bien, nos pertenece a todos. Sin embargo, más relevante que lo dicho, me parece que la gratuitad es inequitativa ya que, en nuestra estructura social, siempre alguien paga. En este caso la "gratuidad" de la educación sería pagada por el Estado, esto es, todos nosotros. Ello nos lleva a la mala distribución de los recursos estatales, pues si alguien tiene las posibilidades de pagar por su educación ya sea a través de un arancel diferenciado, por subsidios, o a través de tasas preferenciales de interes u otra modalidad que no logro distinguir, sería posible que lo haga. Quizás sería bueno que esos dineros cancelados puedan retornar exclusivamente a financiar la educación. Pero ese no es el punto. Lo que quiero enfatizar es que si alguien tiene las posiblidades económicas de cancelar por su educación, que lo haga. En cambio, quienes no tienen esta posibilidad, deberían tener educación gratuita. Esto no sólo beneficiaria al estudiante, sino a toda la sociedad.
¿Es contradictorio con lo dicho antes acerca de la desvaloración por lo gratuito? Sí, si no se contextualiza. Cuando los pobres no pueden pagar por su educación es necesario llevar a cabo una "acción afirmativa", privilegiarlos con la gratuidad, aún corriendo el riesgo que ella no se valore, pues es mejor que no dejarles posibilidad alguna. Por supuesto que podrían existir medidas mitigadoras del riesgo de la deserción, pero creo que una de las más efectivas sería el beneficio de una mejor calidad de vida. En este caso, se lograría valorar la gratuidad. Pero, esta gratuidad necesariamente debería ir vinculada a otro aspecto: la calidad de la educación estatal. Si algo es gratis y de calidad, es derechamente un beneficio social. No me parece justo que un "pobre" le financie la educación a un "rico", si este puede pagarla. Todo lo dicho es totalmente discutible, ¿pero existe una razón objetiva, incuestionable y axiomática respecto a las propuestas en torno a un tema tan opinable? No lo creo, por ello llevo mi punto a otro aspecto.
En las Sagradas Escrituras se narra que la soberbia de la humanidad post-diluviana llevó a los hombres a construir una torre muy alta con el propósito de colocarse sobre los designios divinos. Era la torre de "Babel". Al poco andar de tan magnífica obra, se dieron cuenta que no podían seguir avanzando pues hablaban idiomas distintos. Si bien querían continuar creciendo en la edificación, no se lograban entender. Finalmente, los que lograron comunicarse, pues hablaban igual idioma, se unían y formaban grupos que tomaron rumbos distintos. Hasta ahí llegó el trabajo, el cual se debió abandonar pues no bastaba que los sujetos se entendieran entre algunos y no entre todos. "Babel" significa "confusión". El sólo comunicarse entre los que hablaban su propio idioma, llevó a la población a la confusión y su correlato, el estancamiento.
Esta es la imagen que viene a mi mente cuando aprecio el desarrollo del conflicto social por la educación: la confusión, producto de que hay sectores que, al parecer, sólo quieren hablar con los que hablan su propio "idioma". Estamos viviendo en "tiempos de Babel", pero hay que tender puentes. Hay que tratar no sólo aprender el lenguaje del otro, sino comprenderlo, legitimando a ese otro. No porque alguien hable "otro idioma" eso lo hace malo
a priori. Debemos recobrar las confianzas, pero ese es un acto inicial de fe. Se debe confiar para solicitar las confianzas. Si ello no ocurre, no lograremos avanzar en la obra de construcción de un sistema educacional más equitativo.
Es necesario transitar del "tiempo de Babel" al "tiempo de Diversidad", donde las minorías no queden atrapadas en el desamparo de las "dictaduras de las mayorías", cuando se trata de visiones valóricas. Por eso no creo que deba existir un monopolio de la legitimidad moral del conflicto educacional. Habrá algunos que entiendan el paro de actividades académicas como parte de la movilización, y es legítimo; pero hay otros que lo entienden de otra manera, esto es, desvincular la continuidad de las actividades académicas con la movilización. ¿Es justo que se imponga una sóla forma de participar en el proceso de movilización? Creo que no. Aún más, opino que sobre este tema u otros, la movilización no puede ser apreciada sólo en su aspecto coyuntural, sino que debería ser considerada como permanente. Ello no significa estar en un paro de actividades sin fecha de expiración, más bien me refiero a una participación e interés contínuo por este tema tan gravitante, trabajando en medidas efectivas para su resolución.
Por último, no creo que la problemática central de la educación sea sólo la gratuidad, el lucro y la calidad, permítanme enfatizar un aspecto que me resulta inquietante: la
empleabilidad de los egresados. Hoy día, miles de egresados de la educación superior en Chile no sólo no logran encontrar trabajo, sino que cuando lo encuentran deben ocupar funciones parciales, en condiciones laborales de menoscabo, con sueldos miserables o subempleados. Esto es inmoral e insostenible.
Artículos relacionados:
Patricio Navia ("La letra chica del Plebiscito")
Demandas CONFECH
Silvia Eyzaguirre (CEP) ("Consenso en educación")
Agradezco a mi hijo el envío de este link de
Marcel Claude ("La educación pública es posible")
Propuesta del Gobierno (Ministro Felipe Bulnes)
Documento CONFECH ("Bases para una acuerdo social por la Educación chilena")
Propuesta base de la Concertación de Partidos por la Democracia
Propuesta del gobierno de Sebastián Piñera (G.A.N.E.)