jueves, 18 de agosto de 2011

El cambio estructural que viene...

No puedo dejar de alegrarme de algunos episodios que se han apreciado en estos meses de expresión de la crisis educacional:

1. La posibilidad de la población de expresarse en las calles. No me refiero con ello a la expresión agresiva hacia un otro, que también es motivo de análisis pero no ahora. Sino más bien me refiero a la evolución que han tenido las manifestaciones masivas hasta hoy donde se ha instalado la cultura del carnaval, de la fiesta. El manifestarse en contra o visibilizar un problema social, como es la educación en este caso, no debe implicar el daño a un otro. Como tenemos memoria a corto plazo es conveniente recordar cómo la población "sin odio y sin violencia" se expresó en las calles por la opción del "no" en plena dictadura militar. Una dictadura que se terminó por medio de la votación, no por una acción violenta. Debemos acostumbrarnos a participar en las calles, pero también debemos abandonar ciertos vicios vinculados a ello, en especial no caer en la tentación de creernos con autoridad moral o superioridad ética respecto a quienes tienen otras formas de expresión. Si bien no me he sentido estimulado, en esta ocasión, a participar en las marchas, por diversas razones que no vienen al caso mencionar, considero que es un mecanismo que llegó para quedarse. No es nuevo, pero es refrescante. En especial como la han llevado los jóvenes. Ojalá en nuestro país podamos cultivar esta forma de expresión y, cuando sea el caso, manifestar a través de ella la alegría, la molestia o la seriedad por un asunto. Y, si bien hemos observado con pena acciones violentas de manifestantes que tienen como correlato la coerción policial (que en algunos cosas es franca represión), confío en que serán prácticas que, aunque de seguro se mantendrán, no contarán con la legitimidad del colectivo social.

2. Otros aspecto a destacar es la estimulante participación de los líderes estudiantiles en el debate generado. Se nota que han estudiado y analizado lo que están diciendo. Claro, también creo que está demás el uso de tonos de superioridad como cuando dicen: "nosotros le hemos hecho la pega a ustedes (los políticos) y le estamos dando las soluciones" o cuando los estudiantes secundarios reclaman haber iniciado el movimiento. Es cierto, pero el que alguien haya pensado o iniciado algo no le da la autoridad para arrogarse el control de movimiento generado. Pero ello no debe empañar que jóvenes líderes estudiantiles sean capaces de expresar articuladamente el tema. Esperemos que ahora sean capaces de concretar ese liderazgo en acuerdos beneficiosos para la sociedad chilena y pasar de la etapa de la denuncia y propuesta a la de ejecución. Estos jóvenes tienen razón, ya es bastante con haber colocado en el tapete un diagnóstico certero. Es tiempo que los demás actores mandatados por la población para esta tarea, ya sean políticos o técnicos, sean capaces de implementar soluciones que respondan a las demandas sociales. Ojalá que no queden al debe en las funciones que se esperan de ellos y que los dicursos populistas y arrogantes se batan en retirada. Ojalá los diversos grupos de intereses existentes al interior del estudiantado no les hagan la vida difícil a estos representantes que tan dignamente han llevado la bandera. Ojalá que podamos construir una sociedad donde las posturas del "adversario" no lo transforme en "enemigo". Confío en que esto se dará más temprano que tarde.

3. Lo anterior se circunscribe en una idea planteada por el movimiento estudiantil: el cambio estructural. Es verdad, se requiere un cambio estructural en la sociedad chilena para mejorar la educación y navegar en aguas democráticas. No obstante, considero que limitar el cambio estructural sólo a la modificación de la Constitución y las leyes sería trunco y no cambiaría realmente la estructura pretendida. El cambio estructural debe darse en la transformación de nuestra estructura cultural.

El fin del lucro que tanto se menciona, requiere que también dejemos de pensarnos como clientes, tan propio de la ciudadanía neoliberal y comenzemos a pensarnos como ciudadanos plurales. Ciudadanos que poseemos derecho de existir socialmente, a ser legitimados, respetados en nuestra diversidad sin que ello implique no ser considerados por conformar una minoría en opinión, raza, clase o género (incluyo en esto a transgénero, travestis, transexuales y homosexuales). Nos hemos acostumbrado a ser clientes, incluso hasta se denota un cierto gusto en serlo, quizás porque nos coloca en una posición de poder frente a un otro. No es raro, incluso, escuchar a estudiantes universitarios que llegan a indicar que harán un reclamo al Servicio Nacional del Consumidor (SERNAC) cuando algún aspecto en su formación educacional no ha sido satisfecho.

La ciudadanía neoliberal donde los ciudadanos somos clientes, es una herencia inmaterial del sistema económico-social heredado desde la adopción, en el último tercio del siglo XIX, de la estrategia liberal de desarrollo para nuestro país. Quizás esto funcionó bien, mal o regular según distintos puntos de vista, en el pasado. Pero hoy, evidentemente, ha hecho crisis. Claro, se requieren cambios legislativos, pero ellos deben ir acompañados por cambios culturales en los cuales se incorporen nuevos contenidos de conciencia, incluso aunque las formas se mantengan.

Finalmente, el cambio estructural cultural nos lleva a ser capaces de enfrentar nuevas formas de resolución de conflictos. Luego del problema por la educación vendrá el conflicto por la salud y así sucesivamente. Las marchas y expresiones visibles de descontento seguirán hasta que arriben otras formas. Mientras tanto, deberíamos aprender como sociedad (gobernantes y gobernados) a ser capaces de expresarnos sin necesitar suspender nuestras actividades cotidianas con el propósito de lograr nuestros fines. Los gobiernos deben ser tan visionarios que logren captar meridianamente las demandas sociales, articular espacios de participación y establecer instancias colectivas de ejecución de soluciones; la sociedad civil, también debe hacerse cargo de su diversidad y comprometerse en la formulación de pactos sociales que incorporen diversas miradas. (A veces la democracia degenera en una "dictadura de las mayorías").

Sí, se requieren cambios estructurales. Ojalá hagamos un buen diagnóstico para reconocer lo que debe ser cambiado y qué es lo que estamos adoptando.

Con satisfacción dejo unos link con intervenciones de dirigentes estudiantiles en una sesión de la Comisión de educación del Senado:

Giorgio Jackson (Presidente FEUC)

Camila Vallejos (Presidenta FECH) y Patricio Araujo

Gastón Urrutia (Universidad del Bío-Bío)


2 comentarios:

  1. Profesor, no sabe cuánto me alegra conocer su opinión con respecto a este tema.

    En primer lugar quiero hacer mención a quienes están llevando más activamente el tema de marchas, asambleas, tomas etc. Muchas veces he encontrado extremadamente radicales a algunos estudiantes dentro del movimiento, llegando incluso a calificar a quienes hemos pedido compatibilizar actividades cotidianas con movilizaciones, o bien nos hemos abstenido un poco de marchar o estar constantemente en la universidad pintando lienzos; como "no merecedores de lo que se logre en esta lucha", lo cual me molesta en lo personal, además de encontrar poco consecuente con lo que se está buscando (que por lo que tengo entendido es igualdad en educación a fin de cuentas). Me gustaría que se escuchase con mayor atención aquellas voces más silenciosas que dicen algo que si bien no es contrario, tiene sus diferencias con el discurso radical que algunos están teniendo, pues no todos comparten al cien por ciento como se está llevando a cabo el conflicto. Además, al no darse ese dialogo más tolerante, se pierde interés en todo esto y es ahí cuando las asambleas comienzan a ser menos numerosas y se ven en la universidad los mismos de siempre. Debo reconocer que me cuento entre aquellos que ha perdido el interés por los motivos que ya he dicho y llegando a reclamar con conciencia de cliente el “quiero volver a clases”. Es por ello que rescato aquello que Ud. dice, el aprender a compatibilizar todas nuestras manifestaciones puesto que, ya con tantos meses de movilización estudiantil, por mucho que ganemos, inevitablemente saldremos heridos en mas de algún aspecto.

    Con respecto a una visión más global del tema, hay algo que me gusta de todo esto (claro además de que se ponga en el tapete el tema de la educación): han puesto énfasis en que no sólo éste gobierno tiene la culpa de lo que está ocurriendo hoy, sino que se ha mirado un poco hacia las administraciones anteriores quienes por 20 años gobernaron tranquilamente con la misma constitución hecha en dictadura en un país democrático.

    Ahora, los políticos de nuestro país con todo esto, pienso que están obligados a escuchar de ahora en adelante y con mayor atención las necesidades de las personas, y no hacer como si estas le preocupasen sólo para el discurso barato que venden en tiempos de elecciones. Pero no por eso la sociedad debe comenzar a ser tan intransigente con respecto a sus demandas, pues para poder construir un país mejor, siempre es bueno el diálogo, aunque no el que ha llamado este gobierno en múltiples ocasiones en compañía del guanaco y los palos de los carabineros, o aquel donde “ellos escuchan y cumplen lo que exigimos”; sino que algo más tolerante, donde todos podamos expresarnos sin caer en las descalificaciones con aquel que piensa distinto.

    Solo espero que no se cumpla lo que escuché por ahí uno de estos días “Cada 40 años más o menos este país está condenado a irse a la mierda” y se logre un acuerdo que beneficie a todos, y a su vez esto nos sirva de lección para movilizaciones futuras.

    Claudia Muñoz.

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  2. Claudia, la esperanza de los que estudiamos historia es tratar de aprender de las experiencias pasadas. Siempre las situaciones son distintas, pues los actores sociales no son los mismos...y que bueno que esto sea así, pues podemos esperar cosas mejores. Constato que vivimos una crisis de representación tanto individual como colectivamente.
    Ojalá que al momento de las decisiones y definiciones los que las tomen tengan en consideración las "voces silenciosas" a las que haces mención, y que el pacto social resultante dignifique a las personas y no sólo establezca nuevos sistemas.

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