Uno de los temas álgidos de la discusión política por estos días es el tema en torno a la re-elección indefinida de los parlamentarios. El sistema político partidista mantiene una situación deficitaria en cuanto a apoyo y confianza de la población, baste para ello la opinión de la población reflejada en las encuestas. Hay una crisis de representatividad en la política nacional, en especial en el ámbito parlamentario. ¿A quienes representan los que nos "representan"? La población ya no se traga, necesariamente, los discursos populistas en los cuales los parlamentarios tratan de convencer al electorado de que ellos serán los canales de expresión de sus inquietudes. Hemos visto, de manera triste y molesta, como nuestros "representantes", a la hora de votar, más bien obedecen órdenes de partidos, votando por bancadas (salvo excepciones en temas no gravitantes), en vez de una votación producto de estudios acuciosos, que consideren la opinión de la población, y no sólo la de sus dirigentes e incluso sus propias conciencias.
Como una manera de re-encantar a la población (¿alguna vez estuvo encantada?), se ha esgrimido el argumento que para mejorar la representación y renovar la política, se hace imperativo una modificación a la re-elección de los parlamentarios. Me parece que la renovación y mejoramiento de la representación política no va por ese lado. Son propuestas epidérmicas, pero que no afectan la estructura del sistema político.
El problema de la renovación política (si es que realmente quiere renovarse y no sea un canto de sirena electoral) debe considerar ciertos aspectos. Uno de ellos es la representatividad político partidista y político social (espacio para interacción de la comunidad). Con ello quiero decir que mientras siga existiendo el "duopolio político" de la Concertación y de la Alianza, quizás puedan "renovarse" los nombres de quienes estén en el Parlamento, pero no será una efectiva renovación de las ideas y visiones políticas, ya que nuestros "representantes" seguirán rindiendo cuentas más a las directivas de los partidos que a los electores. Por tanto, para una efectiva "renovación" y mejoramiento de la representación político-social, el sistema binominal debe cambiarse por un sistema que permita la competencia de todos los actores sociales.
Esto me lleva a indicar un segundo aspecto, más que permitir o no la re-elección indefinida, lo que creo debe importar es que si aquellos que dicen representarnos realizan bien o no su pega. Si lo hacen bien, esto es: dictar buenas leyes, estudiar y discutir las normas legales en el hemiciclo, de cara al país; y recoger y representar la voluntad del soberano (el pueblo), entonces que sigan. Pero si no, que se vayan.
Es preciso, enfatizar la competencia y la representación, y no enfrascarnos en tecnicismos que no garantizan el mejoramiento del sistema político.
A modo de ejemplo: en pro de la transparencia y equidad en las campañas políticas se ha establecido, por ley, un tiempo para colocar información pública de los candidatos (el famoso marketing político). De acuerdo con ello, los partidos están obligados a indicar el origen de los fondos de sus campañas. Pues bien, de manera transversal al espectro partidario, esta norma se está burlando de una manera grosera. Así, apreciamos el espectáculo bochornoso de la vulneración de la ley por quienes las crearon!
El tema de la representación no es menor. Hoy, la población chilena siente más confianza en las Fuerzas Armadas y en la policía que en las instituciones y actores claves de la vida democrática.
Como dijo un venezolano célebre: "Hay que escuchar la voz del pueblo", pero hay que escucharla siempre. Obedecer esa voz, evitando las manipulaciones populistas y, sobre todo, recordar que el pueblo es el soberano. Por tanto merece un sistema político competitivo donde pueda elegir sus representantes y no ver como los designan camarillas, que más bien se asemejan a las tertulias del siglo XIX. No sea que se llegue a considerar mejor una dictadura que una democracia.
Como una manera de re-encantar a la población (¿alguna vez estuvo encantada?), se ha esgrimido el argumento que para mejorar la representación y renovar la política, se hace imperativo una modificación a la re-elección de los parlamentarios. Me parece que la renovación y mejoramiento de la representación política no va por ese lado. Son propuestas epidérmicas, pero que no afectan la estructura del sistema político.
El problema de la renovación política (si es que realmente quiere renovarse y no sea un canto de sirena electoral) debe considerar ciertos aspectos. Uno de ellos es la representatividad político partidista y político social (espacio para interacción de la comunidad). Con ello quiero decir que mientras siga existiendo el "duopolio político" de la Concertación y de la Alianza, quizás puedan "renovarse" los nombres de quienes estén en el Parlamento, pero no será una efectiva renovación de las ideas y visiones políticas, ya que nuestros "representantes" seguirán rindiendo cuentas más a las directivas de los partidos que a los electores. Por tanto, para una efectiva "renovación" y mejoramiento de la representación político-social, el sistema binominal debe cambiarse por un sistema que permita la competencia de todos los actores sociales.
Esto me lleva a indicar un segundo aspecto, más que permitir o no la re-elección indefinida, lo que creo debe importar es que si aquellos que dicen representarnos realizan bien o no su pega. Si lo hacen bien, esto es: dictar buenas leyes, estudiar y discutir las normas legales en el hemiciclo, de cara al país; y recoger y representar la voluntad del soberano (el pueblo), entonces que sigan. Pero si no, que se vayan.
Es preciso, enfatizar la competencia y la representación, y no enfrascarnos en tecnicismos que no garantizan el mejoramiento del sistema político.
A modo de ejemplo: en pro de la transparencia y equidad en las campañas políticas se ha establecido, por ley, un tiempo para colocar información pública de los candidatos (el famoso marketing político). De acuerdo con ello, los partidos están obligados a indicar el origen de los fondos de sus campañas. Pues bien, de manera transversal al espectro partidario, esta norma se está burlando de una manera grosera. Así, apreciamos el espectáculo bochornoso de la vulneración de la ley por quienes las crearon!
El tema de la representación no es menor. Hoy, la población chilena siente más confianza en las Fuerzas Armadas y en la policía que en las instituciones y actores claves de la vida democrática.
Como dijo un venezolano célebre: "Hay que escuchar la voz del pueblo", pero hay que escucharla siempre. Obedecer esa voz, evitando las manipulaciones populistas y, sobre todo, recordar que el pueblo es el soberano. Por tanto merece un sistema político competitivo donde pueda elegir sus representantes y no ver como los designan camarillas, que más bien se asemejan a las tertulias del siglo XIX. No sea que se llegue a considerar mejor una dictadura que una democracia.
Patricio Navia, hace un buen análisis político en el norte de lo descrito: artículo de Patricio Navia