martes, 15 de septiembre de 2009

Preferencias del electorado chileno: género, clase y edad

El sábado 12 de septiembre salió publicado en “La Tercera” un artículo del cientista político Patricio Navia, indicando la intención de voto del electorado chileno. Navia hace un análisis de las microtendencias de las preferencias de los encuestados (1.505 personas), dando cuenta de algunas claves que podrían definir las elecciones presidenciales. El análisis contempla diversas variables en esta “variopinta nación que es Chile”, según sus propias palabras. Y tiene razón. ¡Como no reconocer que la sociedad chilena es tremendamente variada! No quiero comenzar a enumerar, pues sería tremendamente latoso, las diferencias que existen no sólo en la cultura, sino también hasta en los hábitats que nos movemos. A pesar de ello, nuestra sociedad desde mucho tiempo, ha creado una ficción llamada “homogeneidad”. Baste recordar la propaganda del Estado chileno ante el posible plebiscito que debía llevarse a cabo entre la población de Tacna y Arica a comienzos del siglo XX. En aquel momento, el gobierno chileno pretendía ganar la aprobación de la población enfatizando dos aspectos: a) el progreso económico y b) la unidad racial de la población al sur de Arica. Ello era una ficción, pero aceptada hasta el día de hoy. Si nos creemos europeos! Este afán de ser distintos racial y culturalmente a los peruanos y bolivianos –y, de paso, tener un cierto complejo de inferioridad con los argentinos, que se creen “más” europeos que todos en América latina-, explica que siempre estemos mirando al otro lado de la cordillera, y luego del Atlántico.
El aspecto racial está ligado en nuestra sociedad a la imagen de la clase. Es decir, mientras más rasgos y ascendencia “europea” –continente donde, por lo demás, tampoco hay unidad racial-, mayor es el estatus social que se ostenta. Siguiendo con los “eslabones” que configuran nuestra sociedad chilena, al aspecto racial y de clase se suma la preferencia política. O sea, ser de clase alta (hoy llamado ABC1), es sinónimo de ser de derecha política y económica. Alguien podría acusar esta afirmación de simplista y reduccionista, con justa razón. Evidentemente, estoy generalizando, indicando tendencias, pero que no creo que estén muy ajenas a lo que ocurre en la sociedad. Entonces aquí la “sospecha” se activa. ¿Qué explica que un sector de la sociedad se identifique con un tipo racial y con una visión de la política? Insisto, hay matices, pero ya dejemos el cliché de los matices a un lado, pues resultan majaderos a la hora de hacer análisis globales. Una de las explicaciones que propongo es la elaboración y propagación de efectivos discursos uniformistas. Aquí es donde nuestra “variopinta nación chilena” no se nos presenta tan variopinta, sino más bien segmentada, fraccionada y clasificada.
Las estrategias de estos discursos uniformistas no son necesariamente homogeneizantes sino que, en este aspecto, más bien son fraccionadores. La idea de quienes los pronuncian es provocar la ruptura de la “unidad general” –basada en discursos hegemónicos-, para establecer otras unidades menores, no menos discursivas que lo anterior.
Lo que acabo de sintetizar, casi groseramente, permitiría explicar lo que Navia ha descrito en su artículo. Fíjense bien en los gráficos y se darán cuenta que las clases acomodadas votan mayoritariamente por el representante de la derecha. En tanto, el representante de la Concertación recibe más apoyo en los sectores más desposeídos, en especial entre las mujeres. Por último, quiero dar cuenta de otro discurso fraccionador: la edad. Enríquez-Ominami ha apuntado a este sector etario, subrayando la renovación, la participación y el cambio como ideas anclas. ¿Acaso las personas de más edad no son capaces de realizar estas tareas también? ¿Sólo los “jóvenes” tienen capacidad de crítica y de buenas ideas? Otra ficción. ¿Qué paradójico no? Pues mientras se siguen enfatizando –y utilizando- discursos fraccionadores para conseguir apoyos, intentando legitimar posiciones de poder, todos hablan de la diversidad como un valor y una realidad que expresa lo variopinta de “esta nación que es Chile”.

3 comentarios:

  1. El punto no me queda totalmente claro, aunque me interesa mucho. Yo soy, racialmente, un representante de la derecha... racial. Esto es indudable, me refiero a la convergencia racial en las sociedades de casta (por algo el nombre), lo cual en Chile es tal cual. Y el parecido no es en absoluto simplemente efecto de lazos familiares entrecruzados. Es una ideología casi inconsciente en esta gente del barrio alto, que busca siempre parecerse a sí misma en detrimento de lo diferente, algo a lo que le hacen asco porque les rebaja el pedigrí, amenanza que esta gente percibe tal vez como el infierno en el que se supone que creen. Como buena astilla del mismo palo, soy difícilmente imparcial en mis juicios. Pero el tema me resulta apasionante cuando se lo toma en cuenta para dibujar el mapa electoral y de poder político y económico en Chile, por su puesto que por su escandalosa concentración.

    Vaya un cordial saludo y una invitación a echar una mirada a mi sitio: http://gramatitis.blogspot.com/

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  2. Me parece muy buena la síntesis del tema..... pero yo me quiero enfocar en el sub-tema que se plantea acerca de, "el sentimiento de inferioridad con respecto a los europeos y los vecinos trasandinos".
    No se bien a que se debe esto, pero creo que como bien dice usted, los rasgos europeos dan una especie de rango social en Chile y América Latina en general; pero además creo que esto no solo se refiere a un estatus económico, sino que implicitamente lleva consigo un sentimiento de inferioridad relacionada a "creernos más feos que los argentinos y europeos" por los rasgos mas definidos y finos que tanto nos llaman la atención en ambos géneros.
    Mi interrogante como reflección es ¿Será este motivo tanto o más importante que el estatus económico? lo planteo por que si nos sentimos "mas feos", estamos perdiendo una parte importante de nuestra confianza y eso puede influir en el desempeño del que hacer cotidiano, también económico y social.

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  3. Me parece que dentro de las pistas para explicar este hecho, hay que buscar más allá de sentirse "feos" o no. Más bien, me parece, da cuenta de aspectos legitimizantes para establecer estructuras de poder. Entonces la "inferioridad física", conlleva implícita la "inferioridad intelectual", por ende, deben gobernar quienes posean ciertos rasgos corporales fenotípicamente afines. Y esto, sin duda, responde a conductas aprendidas... y, sobre todo, enseñadas. Creo que ello influye en varios aspectos de nuestar vida cotidiana.

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